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domingo, 9 de enero de 2011

Las lecciones del gasolinazo:
Evo Morales,
rehén de su quimera
Pedro Portugal Mollinedo
                        
¿Cómo entender que un                                           
gobernante, el líder carismático al
cual —se afirmaba— la masa le                           
obedecía ciegamente, termine
siendo un presidente cuyo retrato
es pisoteado en las calles por el
pueblo enfurecido?
Cuando Evo Morales ganó las
elecciones del año 2005 en Bolivia,
convirtiéndose en el Primer
Presidente Indígena de este país,
su acceso al gobierno provocó
excepcional expectativa y esperanza
en Bolivia como en los países
del mundo.
En Bolivia, las mayorías indígenas
postradas por la miseria, el racismo
y la exclusión, percibieron en Evo
Morales la posibilidad de lograr la
solución a estos males mediante el
acto descolonizador por excelencia,
que es el acceso al poder. Posibilidad
viable por dos experiencias
previas: La inclusión de Víctor Hugo
Cárdenas como vicepresidente de
Bolivia de 1993 a 1997 y la
tremenda insurgencia aymara
motivada por Felipe Quispe, el
Mallku, del 2000 al 2003. Fue el
fracaso de esas dos aproximaciones
para que el indio acceda al
poder, lo que posibilitó el arribo de
Evo Morales al gobierno.
Víctor Hugo Cárdenas representó
la fase más alta y gloriosa de una
práctica política dentro de los límites
de la democracia llamada
Experiencia, sin embargo, prisionera
en sus linderos coloniales: la
cooptación del indio por fuerzas
políticas dominantes y ajenas. De
esa manera, la potencialidad de
Cárdenas se vio coartada y
disminuida; su identidad menoscabada
y su autonomía política
anulada.
Felipe Quispe significó también un
momento relevante de una forma
de lucha originaria: el levantamiento
contra el poder colonial. Con el
liderazgo del Mallku, alrededor del
año 2000, las fuerzas indígenas
toman nueva conciencia de su
poder. Un temblor profundo
remueve el campo y las ciudades y
la autoestima india ve posible la
conquista de metas más amplias y
ambiciosas. Sin embargo, esa
potencialidad se desgasta en
provocaciones y en la sola desestabilización
de gobiernos, sin poder
alcanzar el poder para sí.
Víctor Hugo Cárdenas y Felipe
Quispe son, por el fracaso de sus
estrategias políticas, promotores de
la emergencia y éxito de quien, sin
hacer parte de la trayectoria de
lucha indianista y katarista, cambió
fácilmente de identidad política
usurpándoles la legitimidad de
intentar culminar el camino de la
descolonización.
También la izquierda nacional tuvo
expectativas en Evo Morales. Una
izquierda forjada en las luchas
contra las dictaduras militares y que
por ello tenía vivo los ideales de la
Patria Grande, de la Revolución
Social y de la Liberación Nacional.
Esa izquierda, a pesar de su
nobleza, era impopular y jamás se
hubiese planteado seriamente el
acceso al gobierno mediante
elecciones, a no ser por la
providencial figura de Evo Morales.
La izquierda boliviana, endeble en
su inserción popular, sí era fuerte
en la administración de Organizaciones
No Gubernamentales, las
famosas
de políticas y en tanto depositaria
de importantes recursos institucionales
y financieros, impulsarán
el ascenso político del
Morales. Esta colaboración les será
bien retribuida: En sus inicios, el
gabinete de Evo Morales será constituido
en dos tercios por miembros
y funcionarios de
ellos declarará suelto de cuerpo:
“en Bolivia gobiernan las
Estos elementos bases en el
ascenso de Evo Morales, se soldaron
mediante una ideología imprecisa,
dudosa y contrahecha, conocida
posteriormente como
Este
refleja de ninguna manera el
pensamiento político de las
corrientes indianistas y kataristas,
ni representa el contenido de experiencias
históricas, como la rebelión
de Tupak Katari. Pero sí expresa
una degeneración del pensamiento
izquierdista y una imposición de las
ideas culturalistas occidentales en
el contexto político nacional.
La capitulación económica, política
e ideológica del mundo socialista
ante el capitalista —que tiene en la
caída del muro de Berlín una
magistral alegoría— catalizó en la
mente de vastos sectores de
militantes izquierdistas una
mutación caracterizada por el
retorno al utopismo comunitarista
pre marxiano y por la desestructuración
del pensamiento
racional socialista en provecho de
la consolidación de derivas
irracionales e irrazonables, que
antes el marxismo aborrecía y
execraba.
Respecto al Occidente, este
conglomerado geográfico-histórico,
formal.ONG’s. Estas, como laboratorioMAS y de EvoONG’s. Uno deONG’s”.pachamamismo.pachamamismo no
tuvo siempre (quizás como
resultado de su mismo éxito
civilizatorio) una debilidad por el
exotismo de los pueblos a los cuales
dominaba. La imposición de sus
modelos, la subordinación de las
políticas locales al interés de la
metrópoli, no les impedía —quizás
más bien era una consecuencia
necesaria— fantasear sobre la
singularidad de los chinos, la
peculiaridad de los negros y lo
asombroso de los árabes. Así,
Occidente se hacía una imagen
distorsionada e ilusoriamente
halagüeña de sus avasallados (lo
que se conoció como el “orientalismo”)
que le permitía adularlos
para tener buena conciencia
mientras mejor los oprimía y
explotaba.
Estos dos elementos, la decadencia
conceptual del marxismo
ante su fracaso frente al capitalismo
y la perversa imagen que Occidente
siempre se forma del
confluyeron en influir vida a una
quimera llamada Evo Morales,
primer presidente indígena.
Antes de su acceso al gobierno,
Evo Morales nunca participó de las
luchas indígenas (habría que
indicar que no participó ni siquiera
cuando fue presidente, y eso lo
saben bien los Mapuches de Chile
quienes repetidamente le solicitaron
por lo menos un pronunciamiento
público sobre su causa).
No hizo parte de las corrientes
indianistas o kataristas en Bolivia,
a las cuales más bien descreditaba
indicando que pretendían un
retorno al
a la época de los salvajes.
Evo Morales fue un buen dirigente
social, cocalero, en los criterios
sindicaleros más estrictos. Estos
criterios implican un éxtasis ante la
técnica, una profunda genuflexión
ante el desarrollo y una
dependencia ante el sistema y
modo de vida que forja justamente
este sindicalismo. Y es que el
sindicato no puede existir sino como
—al mismo tiempo— dependencia
y protesta del modelo económico,
industrial y civilizatorio que lo
genera.
Así el Evo Morales de la famosa
otro,ch’unch’upacha, es decir,
chompa
en el Evo Morales del traje
presidencial con supuesta identidad
indígena. Más hubiese valido que
nuestro presidente conserve en
Palacio la chompa con que
escandalizó a reyes y funcionarios
europeos.
El multiculturalismo llegó a ser
doctrina oficial del gobierno y Evo
Morales actuó en consecuencia:
entronizaciones en Tiwanaku (por
improvisados sacerdotes indígenas
que después llegaron a ser
publicitados
utilización de seudo vestimentas
rituales, institución como feriado
nacional del “año nuevo aymara”,
establecimiento de “matrimonios
descolonizadores”, etc., etc.
Mientras el principal ejecutivo se
emborrachaba en una ilusoria
descolonización, la política real y la
reacción del pueblo iban por otros
rumbos.
Ilusos en la convicción de que el
pueblo y los indios estaban felices
“liberando su imaginario” y
remedando a Huaman Poma de
Ayala, quienes evidentemente
manejan el gobierno iban por otros
caminos, nada pachamamistas sino
estrictamente neoliberales.
Y la prueba definitiva se dio el 26
de diciembre con el gasolinazo de
fin de año. ¡Sorpresa de sorpresas!
¡El pueblo no estaba adormecido
con las puerilidades culturalistas,
sino que era atento a lo
concretamente social, a lo
vulgarmente económico, a lo
banalmente social!
La reacción del pueblo, que obligó
a este gobierno a abrogar lo que
estaba abrogando, destruye varios
mitos y resalta evidentes desafíos.
Principalmente destruye el mito de
que la descolonización es un asunto
de simple permisividad cultural. La
descolonización es una tarea
pendiente y sus principales
manifestaciones deben ser
históricas, económicas y políticas.
Destruye el mito de la seudo
identidad indígena que sirvió para
asentar la legitimidad del actual
gobierno: Evo Morales no es el
“Gran Jefe Indígena” al cual sus
vasallos (que estarían navegando
entre la mitología de su pasado y el
miedo y rechazo al modernismo) le
obedecen, con la sumisión
“colectivista” que la imaginación
occidental atribuye al indígena. La
conducta social del indígena, como
de cualquier ser humano, no está
determinada por una supuesta
cosmovisión, si no que obedece a
los mecanismos universales
económicos y sociales: Así caen la
variante discursiva Madre Tierrista
y las poses adoptadas en Tiquipaya
y Cancún.
Lo ocurrido resalta también
desafíos. Estos son políticos y de
conducción. Quienes principalmente
(pero no exclusivamente)
deben meditar asumir esos desafíos
son quienes el aire de los tiempos
los determina como necesarios
protagonistas: los pueblos
indígenas y sus líderes. Víctor Hugo
Cárdenas y Felipe Quispe, entre
otros antiguos líderes, deben leer
lo actual a la luz de su pasada
experiencia. Pero quienes quizás
tienen mayor obligatoriedad son los
nuevos líderes, andinos y
amazónicos, que los acontecimientos
los va perfilando, ojalá,
como futuros conductores.
, fue lentamente metamorfoseadonarco amawt’as),

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